Testimonio de Edith

Mi testimonio debe ser muy parecido al de muchas mujeres latinas. Para la típica familia latina, he aprendido, no hay mayor vergüenza que la hija se embarace soltera. El doble patrón de crianza permite a los hijos varones hacer lo que quieran, pero las hijas mujeres deben permanecer siempre puras... porque los padres así lo desean... "y no hay discusión."

Por temor a mi madre, al "que dirán"; por no traer vergüenza a mi familia y ser un mal ejemplo para mis hermanos menores... por complacer a mi novio, tomé una decisión que lamentaría por toda mi vida: decidí  abortar un hijo. Después de casi 5 años de limpio noviazgo y habiendo decidido contraer matrimonio, nos tomamos libertades que no correspondían y no transcurrió mucho tiempo para yo descubrir que estaba embarazada, aterrorizada por las consecuencias de mi mal proceder y temblando de miedo con la sola idea de que mi madre descubriera lo que había hecho. Ella era una persona muy bien estimada en los círculos del Ministerio de Educación, ex Directora de Escuela y yo, a mi vez, era Maestra de Matemáticas en una respetable Escuela Secundaria. Tampoco tenía dinero, ya que la mitad de mi sueldo de maestra iba al presupuesto familiar, para ayudar con los gastos de una familia de 9. Mi novio trajo la idea de la "otra opción", a la vez que ofreció financiar el gasto que implicara e indicó dónde ir. Nicaragua es un país altamente religioso y las cínicas de aborto no existen; sin embargo más de un médico realiza el procedimiento en la privacidad de su propia consulta.

El Dr. me dijo claramente que debía llegar acompañada, que no quería saber nada de mí y que debía hacerlo de inmediato ya que con 5 semanas todavía no era nada...? No terminaban de  anestesiarme totalmente cuando alguien indagaba ampliamente sobre mí, sobre mi familia y sobre el padre del bebé. Al despertar estaba en un cuarto muy oscuro donde solamente escuchaba sollozos y yo misma lloraba desconsoladamente, para preocupación y temor de mi amiga. ¡Cuánto lamentaba el vacío que sentía en mi vientre! Ya no pensaba en la ira de mi madre, en lo que la gente diría de ella y de mí; o si mi novio, (quien incluso estaba fuera del Estado por motivos de trabajo), querría seguir conmigo o no. Me daba cuenta de mi cobardía. No esperé mucho para ir al confesionario, queriendo liberar mi alma del peso de la culpa, pero no lo conseguí. Tres años más tarde ambos conversamos con un sacerdote en un Encuentro Matrimonial. ¡Me era imposible perdonarme a mí misma! ¡Seguía jugando a ser Dios!

Tristemente descubrí ¡que había traicionado a mi Primer Amor! Madre, prejuicios sociales, novio y posición personal habían estado por encima de mi amor a Dios. ¡COBARDE!!!, me decía una y otra vez. Mi madre, mujer de oración, pasaba cada jueves visitando al Santísimo, yo caminaba a su lado, mientras ella recorría el camino completo de la entrada de la Iglesia al altar, de rodillas. A los 9 años, el día de mi Primera Comunión, había formalizado una linda relación personal con mi Señor Jesús. Era la lectora oficial de la Misa de los Domingos a las 6 de la mañana. Relación que continuó y floreció con Retiros en mi adolescencia, pero que comenzó a enfriarse en el momento en que nuestro limpio noviazgo se tornó a lo que Dios no bendecía.
Me escondí de mi novio y del mundo. Sentía que no merecía vivir, pero nunca se me ocurrió acabar con mi vida. Trabajaba y estudiaba como si en ello me fuera la vida. Terminé mi carrera un semestre adelantado. Luego de mucha insistencia de mi novio terminamos casándonos siete meses más tarde. Sin embargo, la novia dulce y confiada ya no era más. Por muchos años fui una esposa desconfiada y agresiva verbalmente para con mi esposo; y luego la madre sobre-protectora. Muchos años de nuestro matrimonio se desperdiciaron en celos y hasta la infidelidad zarandeó nuestro matrimonio.  

De una cosa siempre estuve segura... ¡no moriría sin haber confesado públicamente mi falta! Sentía que debía prevenir a tantos como me fuera posible sobre los devastadores estragos del aborto. Por otro lado, he tenido clara conciencia de que la vida limpia se da únicamente cuando puedes traer a la luz tus pecados más escondidos. Es así como nos lo dice la Biblia. Una vez que sacas todo a la luz, ya no pueden tus faltas esclavizarte. ¡Eres libre realmente! Fue en un programa radial de Enfoque en la Familia del Dr. James Dobson que escuché por primera vez, acerca de un estudio Bíblico especial para mujeres con un aborto en su pasado. Acepté el reto y acudí a "First Choice Women's Center" en Miami y recibí a través de ese Estudio Bíblico el total perdón, sanación y liberación que mi atribulada alma anhelaba. 

 Si Jesús, el perfecto hijo de Dios no me acusaba, ¿qué juicio podría ya temer? Me alcé con el toque de Su mano que me decía: "Yo tampoco te condeno. Levántate y no peques más".  ¡Su sangre lavó mi culpa! Por medio de la Directora del Centro escuché sobre "Silent No More" - la Campaña No Más Silencio, y habiendo recibido la aceptación fraternalmente amorosa de mi grupo del Estudio, tomé valor para unirme a esta organización y ya no guardar más silencio. 

Hoy yo te cuento mi historia sobre Su gloria. Su palabra también dice: "Y a todo aquel que confiese mi nombre delante de los hombres, Yo también confesaré su nombre delante de Mi Padre". Vengo como una de las tuyas a contarte las maravillas que el Señor ha hecho en mi vida y cómo ha tenido misericordia de mí. " Si tú le dejas, El hará maravillas en tu vida. Te invito a que  le cuentes tu historia, sobre Su gloria. Te lo digo en tres palabras: ¡NO MÁS SILENCIO!

 ¡Y A MI DIOS SEA EL HONOR, EL PODER Y LA GLORIA POR SIEMPRE,  ¡AMÉN... AMÉN...AMÉN!

NOTA: Puedes ver el video del testimonio de Edith en http://www.priestsforlife.org/video/testimony5121/ .